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Imaginando este futuro posible —aunque incierto—, todas las opciones plantean algún dilema ético. El principal está en cómo el acceso desigual a la tecnología genética podría profundizar las brechas sociales existentes. En este escenario asumimos que las herramientas no generan efectos colaterales, que la educación seguirá siendo esencial para aprender, y que, aunque no puede descartarse, es difícil imaginar la desaparición de la reproducción natural.